Yo pienso que en el fondo de la obsesión y, por qué no decirlo, el
virtuosismo de muchos travestis con las felaciones late la
insatisfacción con su propio falo: no lo sienten como algo natural, que
normalemnte les perteneciera y a lo que, en tanto sienten como suyo, ya
no haya que dar tanta importancia obsesiva, sino que en todo momento y
por todas partes les persigue la imagen prestigiosa, fascinante, de un
falo “mítico”, mucho más que un simple micropene, del que siempre
carecen y que sin embargo se ven impelidos a buscar en todos los que se
cruzan con ellos por la vía.
Lo que buscan y añoran es la identidad potente y dominadora, o sea,
ese pene que es “mes que un pene”. Las señoras suelen resolverlo
fabricando uno, pero a estos infelices sólo les queda pasar frío en las
esquinas.
Y lo más contradictoria es que es como si no consiguiesen ver su
propia polla, que la desprecian y que a la vez sienten que sin esa
obsesión por las pollas ajenas sus vidas carecerían de sentido.
viernes, 8 de marzo de 2013
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