jueves, 18 de julio de 2013

La cuerda y los ratones

El tirano condenó al pintor de Corte
porque su mejor retrato había disgustado
a la gran Concubina.
Sólo le concedió dos clavos
para sostenerse un tiempo
y defenderse del dogal implacable
en torno a su garganta.
Pero el pintor asióse de una mano
y trazó con la otra la figura
de pequeños roedores en el muro.
Púsoles rubíes por ojos y dulce piel caliente,
así que, agradecidas, tomaron vida las figuras
y royeron la asesina cuerda. Estuvo libre.
Pero para esto escribes tú, confiésalo,
por que tus sueños te liberen de la muerte;
y crees por esto mismo, dilo:
para que tu Dios se levante de la nada
y te salve con su cálida mano en el sepulcro.
Dibuja ratoncillos o simples palotes escolares
si no puedes más, no sabes.
Pero hazlo con amor y primorosamente:
te salvarán los ángeles, confía.
Si eso sucedió al pintor de Corte
¿por qué no a ti, aunque seas tan pequeño?

J. Jiménez Lozano  ("Un fulgor tan breve")

viernes, 8 de marzo de 2013

Penes

Yo pienso que en el fondo de la obsesión y, por qué no decirlo, el virtuosismo de muchos travestis con las felaciones late la insatisfacción con su propio falo: no lo sienten como algo natural, que normalemnte les perteneciera y a lo que, en tanto sienten como suyo, ya no haya que dar tanta importancia obsesiva, sino que en todo momento y por todas partes les persigue la imagen prestigiosa, fascinante, de un falo “mítico”, mucho más que un simple micropene, del que siempre carecen y que sin embargo se ven impelidos a buscar en todos los que se cruzan con ellos por la vía.

Lo que buscan y añoran es la identidad potente y dominadora, o sea, ese pene que es “mes que un pene”. Las señoras suelen resolverlo fabricando uno, pero a estos infelices sólo les queda pasar frío en las esquinas.

Y lo más contradictoria es que es como si no consiguiesen ver su propia polla, que la desprecian y que a la vez sienten que sin esa obsesión por las pollas ajenas sus vidas carecerían de sentido.